Aceptados por Cristo

El mundo dice que tu generación no tiene propósito ni objetivo en la vida! ¿Están en lo cierto? ¡De ninguna manera! Dios quiere usar tu generación para cumplir la gran comisión. Dios está llamando a tu generación para hacer un auténtico y duradero avivamiento en su cuerpo, la iglesia.

Al mundo le gustaría rechazar a esta generación. El rechazo es una de las experiencias más dolorosas que el ser humano conoce. Años atrás, estaba en un devocional con mis hijos y surgió la pregunta: ¿Qué es el rechazo? Mi hija contestó bien, pero mi hijo profundizó agudamente diciendo: "Yo sé. El rechazo es cuando Juancito ya no quiere jugar conmigo y yo tengo que jugar con mi hermana". El amor incondicional y la aceptación es una de las necesidades básicas de la humanidad. Aún así, frecuentemente, el mundo le dice a los cristianos: "Ustedes no son bienvenidos acá. No los queremos o necesitamos".

¿Te has dado cuenta cómo los chicos se esfuerzan por ser aceptados y aprobados? "¿Te gusta mi dibujo?" Preguntan cientos de veces. "¡Mira lo que puedo hacer!" El sistema social en el que la mayor parte de nosotros hemos crecido nos programó para creer que si tenemos buena presencia, nos desarrollamos bien o poseemos cierta cantidad de estatus social, seremos alguien. Pero hagamos lo que hagamos para ser aprobados, siempre nos quedamos cortos. Cualquier altura de auto identidad que logremos alcanzar, se vendrá al suelo bajo la presión de rechazo o la crítica auto-condenatoria. No podemos hacer nada para calificar para un voluntario e incondicional amor.

Trabajamos con la falsa premisa que si vivimos perfectamente todo el mundo nos aceptará, mientras que hay uno que vivió perfectamente y muchos lo rechazaron.

Comprender y recibir el amor incondicional de Dios es fundamental para el crecimiento futuro. No tenemos que hacer nada para ganamos la aceptación de Dios. Dios nos acepta completamente así como somos. Nuestras acciones y obras serán una respuesta al amor de Dios, no un intento por ganar su favor.

Encontrar nuestra aceptación en Cristo sirve como el fundamento para las relaciones con las demás personas. Pablo escribe en Romanos 15:7: "Recibios los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios".

Nuestra necesidad de aceptación y pertenencia es legítima; fue dada por Dios. Pero si queremos conseguirlas fuera de Dios, estamos destinados a recibir el disgusto que trae la vida independiente. Pedro advierte que dejemos a un lado la búsqueda de la aprobación del ser humano:

"Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor. Acercándoos a él, piedra viva desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo." 1 Pedro 2:1-5

La malicia es una conducta débil que busca hacer quedar mal a los demás para abrirnos nuestro camino. Generalmente surge debido a nuestro sentimiento de incapacidad, para sentimos completos, miramos en otros lo que nos falta a nosotros.

¿Cómo te ves a ti mismo?

La presión del grupo es fuerte y la búsqueda de aprobación tan poderosa, que los jóvenes, con frecuencia, comprometen hasta sus creencias básicas para ganar la aceptación de los demás. La falta de aceptación hace que la gente a veces comience a manipular a otros o a presentar una falsa imagen para lograr aprobación. Cuando esto falla, envidian a quienes parecen tener lo que ellos quieren y eso los lleva a lastimar a la persona que envidian. ¡Tan poderosa y malévola es la necesidad interior del hombre de ser aceptado separado de Dios!

Pero cuando sabes que estás en Cristo, ya no necesitas sentirte amenazado por la gente o competir con alguien porque ya eres aceptado y amado. El bebé recién nacido no sabe nada de ardides, hipocresía y envidias. Los cristianos somos como los bebés, recién nacidos en Cristo, anhelamos la leche pura de la Palabra porque allí descubrimos nuestra verdadera identidad. Seguramente, algunas veces experimentaremos rechazo de parte de la gente, pero nuestro Padre celestial jamás nos echará a un lado. él ha prometido no dejamos ni abandonamos jamás.

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