Las plumas

Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, y todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que había alcanzado. Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo: "Quiero arreglar todo lo que hice, ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo que el hombre sabio respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde quiera que vallas".

El  hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y en el cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el hombre sabio contestó: "Esa era la parte fácil...ahora debes volver a llenar el saco con esas mismas plumas que soltaste, sal a la calle y búscalas".

El hombre se sintió muy triste pues sabía lo que eso significaba, y no pudo juntar casi ninguna. Al volver el hombre sabio le dijo: "Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de reversar lo que hiciste".

Esta es una historia que nos deja una muy grande enseñanza, primero; no criticar, pues no medimos las magnitudes de una sola palabra dicha en un momento de debilidad o enojo.

Segundo; la única forma de arreglar algo de este tipo es buscar el perdón del ofendido, pues por más que hagamos no podremos ya deshacer el daño, solo podemos arrepentirnos y buscar el perdón de aquel a quien ofendimos. La buena noticia es que no importa cuántas plumas hallamos soltado hablando mal de nuestro creador, diciendo que no nos escucha o que no le importamos, diciendo a otros que no le busquen; si buscamos su perdón el siempre estará dispuesto a brindárnoslo, pero debemos buscarlo de corazón.

No vaya a ser que por nuestra dureza hayamos privado a alguien de disfrutar del perdón de nuestro creador.

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