Pobreza y riqueza

En otra oportunidad hablaba el conde Lucanor con Patronio de este modo:

- Bien sé, Patronio, que Dios me ha hecho muchas más mercedes que las que yo merezco y podría retribuirle; en lo demás entiendo que mi hacienda marcha muy bien. Pero algunas veces me sucede que me encuentro en tanta pobreza que me da tanto la vida como la muerte. Os ruego que me déis algún consuelo para esto.

- Señor conde Lucanor - Dijo Patronio - para que os consoléis cuando os acontezca tal cosa, sería bueno que supieses lo que les sucedió a dos hombres que habían sido ricos.

 El conde le rogó que le contase aquello.

- Señor conde Lucanor - prosiguió Patronio-, uno de esos dos hombres llegó a tal pobreza que no le quedó nada para comer. Aunque se esforzó mucho por encontrar algo para comer, no halló sino un plato de altramuces (especie de choclo). Recordando lo rico que había sido y que ahora, con hambre y pobreza, tenía que comer los altramuces que son tan amargos y de mal sabor, empezó a llorar amargamente. Impulsado por el hambre fue comiendo los altramuces mientras lloraba e iba tirando detrás de sí las cortezas de los altramuces. Mientras él sufría de este modo, se dio cuenta de que venía otro hombre detrás de él, se dio vuelta y vio a un hombre comiendo las cortezas que él tiraba. El que las comía era el otro hombre de quien os hable al principio.

Al ver aquello. El que comía los altramuces preguntó al que aprovechaba las cortezas la causa de aquello, a lo que el último le respondió que había sido mucho más rico que él, pero que se encontraba ahora en tan grande pobreza que se alegraba mucho cuando encontraba aquellas cortezas que él dejaba. Al ver esto, el que comía altramuces se consoló porque comprendió que había otro más pobre que él y, por lo tanto, tenía menos razón para sentirse desgraciado. Con este consuelo se esforzó y Dios lo ayudó a encontrar el modo de salir de la pobreza y a mejorar su estado.

Vos, señor conde Lucanor, debéis saber que en el mundo las cosas son de tal manera, e incluso así le place a Dios Nuestro Señor, que ningún hombre puede tener todo lo que desea. Pues ya en todo lo demás Dios os hace merced y estáis bien y con honra, si alguna vez os faltara dinero o estuvierais en algún aprieto, no desmayéis por ello y tener por seguro que otros más honrados y más ricos que vos estarán necesitados y se tendrían por muy bien pagados si pudiesen dar a sus gentes mucho menos de cuanto vos les dáis a las vuestras.

Al conde le gustó mucho lo que Patronio le dijo, se consoló y se dio ánimo, Dios lo ayudó y pudo salir del aprieto en que estaba.

Comprendiendo don Juan que este cuento era muy bueno, lo hizo poner en este libro e hizo estos versos:

Por pobreza nunca desmayéis
Pues otros más pobres que vos veréis.

Imprimir

Seguinos

La Puerta Abierta en las Redes Sociales.