El violinista

Hubo una vez un hombre muy pobre, quien no tenía ya forma de ganarse la vida, y vivía en la calle comiendo lo que encontrara. Un día vio como una caja caía de un coche tirado por caballos, se apresuró a devolverlo pero el coche se había alejado. Al abrir la caja vio un violín dentro, decidió entonces ganarse la vida con aquel nuevo instrumento musical. Se plantó en la calle y entonces comenzó "a tocar", sacando los más horribles chillidos a aquel pobre instrumento. La gente al escucharlo le gritaba e insultaba hasta el punto de hacerlo sentirse tan mal que se fue a otro lugar.

Pero donde quiera que iba la gente lo miraba de mal modo y hasta lo echaban, pues conocían el ruido que provocaba y el pobre hombre se sentía totalmente rechazado y odiado por todos.

Un buen día decidió vender aquel aparato que le había traído mas desdicha que alegría, le dieron un poco de dinero y se compró un par de prendas de vestir. Con ellas puestas fue a pedir trabajo y lo consiguió como vendedor de fruta en una carreta. Cuando iba por la calle solo pensaba en lo que la gente haría al verlo y como le gritarían otra vez como siempre. Sin embargo, la gente lo trataba con cordialidad y amabilidad como a cualquier otra persona, atónito preguntó el motivo por el cual ya no lo odiaban. La gente le contestó: "Nosotros nunca te hemos odiado, odiábamos la música que traías".

Al igual que este hombre, muchas veces llevamos actitudes, palabras o expresiones desagradables para las personas, y nos sentimos rechazados y odiados, generando un rencor porque la gente nos odia, o viceversa, odiamos a una persona por solo una actitud que no nos gusta y por eso juzgamos o somos juzgados, cuando en realidad es solo una actitud o palabra que no agrada y eso causa el odio o rencor con la persona. Lo mismo pasa con Dios, estamos tan acostumbrados a que nos digan que Dios castiga y que todo lo ve, que nos sentimos vigilados y con miedo pues Dios nos odiará por lo que hacemos. Dios no nos odia a nosotros, odia los actos que cometemos pero NO a nosotros. Nunca dejes que tus acciones o errores te hagan creer que Dios no te ama... el siempre lo hará!

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